domingo, 14 de diciembre de 2014

Con la tabla al hombro

Reconozco que estaba muy nerviosa por la mañana. Mientras entraba al agua en la playa del Gros. Las olas eran inmensas, al menos a mi me lo parecían, Para los locales era un día de surf como otro cualquiera. Conseguí entrar y situarme para poder ver la serie de olas, hermosas.

Al ir a coger la primera ola, se notaba que mi cuerpo estaba resentido, después de cuatro meses… Me resbalé y al agua. Caí en la zona de impacto, justo donde rompen las  olas. Y por si ya había tragado poco agua, llegó una serie de olas tremendas. Revolcón tras revolcón, comí espuma en cantidades industriales.

Lo maravillosos, es que no importa cuánto agua tragues, se vuelve al agua a remar y a esperar. Y Mientras espero estoy sentada sobre mi tabla con el sol sobre mi cara, viendo el cantábrico y a mi espalda San Sebastián, con su vida que no se detiene. Aunque yo haya decidido congelar mí tiempo. En el agua absorta de todo lo que sucede a mí alrededor. Creo que ese momento en el que espero la ola y en mi mente no hay sitio más que para el mar, es lo más placentero que he experimentado hasta ahora. Es una relajación que va más allá de lo mental y lo corporal pues estoy alerta y con mis sentidos en el mar.

Es algo extrasensorial, supra corporal, que para entenderlo hay que experimentarlo. No tengo conocimiento sobre el estado del nirvana, pero tal vez para mí sea éste.
La tarde resultó mejor, a pesar de la lluvia, de hecho eso fue lo que la hizo aún más genial. La marea estaba bajando y las olas no venían tan crecidas como a la mañana. Me harté a coger olas. Se oscurecía y llovía. Y cuando te subías en la ola veías el Cursal iluminado en la avenida de la Zurriola.
Tan sólo eran las seis de la tarde y allí ya era noche cerrada.

De todo esto solo hace una semana que subí a Donostia, el fin  de semana del 7 al 10 de noviembre.
Ahora ya en Madrid, llueve y yo en mi cuarto sentada en mi cama tratando de recrear la sensación del mar bajo mi cuerpo, escribo mi viaje. Y en el Ipod suena “Sitting, Waiting, Wishing” de Jack Johnson. No veo el momento de volver a la playa, enfundarme el neopreno y armarme con mi tabla.


Realmente esto sentada, esperando y deseando volver al mar.

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